Capítulo 5
¡Oh,
no! Mi mano derecha se constriñe, los dedos se retuercen convirtiéndose en negras
garras de pantera… Horrorizado miro a la izquierda y, esta otra, parece mutar
hasta contar diez largos dedos gelatinosos, parecidos a piel de murciélago. De
mi garganta surge un leve dolor que poco a poco se intensifica tanto, que ni
siquiera puedo pronunciar una vocal sin que me arda. Mis orejas se ensanchan y
alargan, mis dientes se prolongan, las muelas se engrandecen. Como estruendosas
tuneladoras, nuevos y anormales incisivos se abren paso desmesurados, a través
de la mandíbula inflamando mi boca y labios. De mi barba y mejillas surge un
pelaje blanco, salvaje y fuerte, que se desarrolla hasta un largo impreciso.
Una desagradable flema de sabor agrio y color parduzco, fluye asqueroso de las
mucosas de mi laringe, babeando y ennegreciendo el escritorio. Simultáneamente,
mi nariz se ensancha, mis ojos son más agudos y sanguinolentos, mi lengua se
prolonga puntiaguda, bífida, y mi columna vertebral se comba igual que una
serpiente anaconda. El dolor es insoportable, el corazón parece estallar, y
sudo, sudo tanto, que mis pantalones destilan una pestilente substancia
anaranjada viscosa, ácida y humeante, expandiéndose lentamente por el suelo de
mi cuarto.
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