Capítulo 7
De
repente, uno de esos demoníacos organismos aparece ocupando la totalidad de la
pantalla, se ríe, se ríe a carcajadas con su insolente e inhumana bocaza y,
temiendo ser eliminado, no me permite siquiera un solo movimiento. Me revelo
brioso, intento pulsar alguna tecla para destruirlo, pero mis manos deformadas
son incapaces de reaccionar ante mis órdenes. Sufro, sufro mucho, tanto, que ni
siquiera puedo levantar el trasero de la silla para ir al servicio… quiero
orinar, ir al baño, vaciar la vejiga… ¿me lo haré encima? Me lo haré encima…
No, no, por favor… No puedo alejarme ahora… he de soportar esos dolores que
parece corroer mis entrañas. Es hoy, ahora o nunca, me faltan unos trescientos
puntos para vencer, para destruir a toda la cuadrilla intergaláctica
proveniente de lejanos planetas que de lo contrario invadirán la tierra… ¡Oigo
unos pasos, el corazón se me acelera! ¡No, nadie puede verme, sería angustioso,
escalofriante, perturbador!
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Capítulo 8
¡Qué
espanto! ¡Qué pavor! Me observo y soy dos monstruosidades al tiempo. Sí, me veo
reflejado en la pantalla, y mi parte izquierda es vampírica: repugnante,
horrible. Mi derecha, como una especie de espeluznante yeti blanco peludo. Mis
ojos orbitan agitados, miran a todas partes, buscan algo que no encuentran. ¡La
cerradura, la cerradura! ¡Alguien pretende entrar! ¡No, nadie debe entrar, no,
no puedo recibir visitas! Me mataré, me suicidaré, esto es insoportable, doloroso,
agobiante. La puerta se abre. Alargo mi brazo, busco atrapar algo con mis diez
dedos amorfos, resbaladizos… entonces descubro cómo mi madre entra, se coloca
ante mí… y solo al descubrir la deformidad que aparece ante sus ojos, grita
desesperadamente huyendo despavorida… Es entonces cuando consigo atrapar el
hacha, la elevo y…
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