Hace unos días que comencé a leer la interesante novela de Fernando Aramburu “Patria”. Me la recomendaron fervientemente y la verdad, aunque la compré escéptico, y estoy todavía en los comienzos, las dos mujeres, Bittori y Miren, sus dos personajes principales, están fabulosamente construidos, son de una fuerza impresionante. El lenguaje que emplea el escritor es original, llano, muy vasco. En definitiva que de momento me está gustando bastante.
Soñemos, soñemos con el día en que los codiciosos y los ambiciosos, los estafadores y los mentirosos, sean honestos.
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martes, 26 de diciembre de 2017
la extraña partida - capítulo 5
Capítulo 5
¡Oh,
no! Mi mano derecha se constriñe, los dedos se retuercen convirtiéndose en negras
garras de pantera… Horrorizado miro a la izquierda y, esta otra, parece mutar
hasta contar diez largos dedos gelatinosos, parecidos a piel de murciélago. De
mi garganta surge un leve dolor que poco a poco se intensifica tanto, que ni
siquiera puedo pronunciar una vocal sin que me arda. Mis orejas se ensanchan y
alargan, mis dientes se prolongan, las muelas se engrandecen. Como estruendosas
tuneladoras, nuevos y anormales incisivos se abren paso desmesurados, a través
de la mandíbula inflamando mi boca y labios. De mi barba y mejillas surge un
pelaje blanco, salvaje y fuerte, que se desarrolla hasta un largo impreciso.
Una desagradable flema de sabor agrio y color parduzco, fluye asqueroso de las
mucosas de mi laringe, babeando y ennegreciendo el escritorio. Simultáneamente,
mi nariz se ensancha, mis ojos son más agudos y sanguinolentos, mi lengua se
prolonga puntiaguda, bífida, y mi columna vertebral se comba igual que una
serpiente anaconda. El dolor es insoportable, el corazón parece estallar, y
sudo, sudo tanto, que mis pantalones destilan una pestilente substancia
anaranjada viscosa, ácida y humeante, expandiéndose lentamente por el suelo de
mi cuarto.
miércoles, 20 de diciembre de 2017
La extraña partida - capítulo 4
Capítulo 4
¡Qué
horror! ¡Qué horror! Temblando, con el corazón palpitante, aparto la mano derecha
que no me obedece, agarro el ratón con la izquierda, aún ágil, y consigo
eliminar al amorfo engendro que trataba de inocular su veneno en mi torrente
sanguíneo. Me tomo un breve respiro, pero advierto que las naves continúan
convirtiéndose en pequeños demonios que luchan contra mí y no puedo permitirme
siquiera un pequeño descanso, sino tratar de detener la ofensiva. Sudo, las gotas
de sudor resbalan por mis mejillas, nublan mi vista, entran en mi boca, bajan
por la barbilla, escupo… Me limpio con la manga de mí camisa, luego, trato de
pulsar algún botón con cada uno de mis dedos: anular, corazón, meñique, incluso
el pulgar, y disparo sin ton ni son para frenar la frecuencia de esos temibles
seres verdosos que, de no interceptarlos, me harían tanto daño y… ¡Toma!
¡Muere! Mi piel está fría, mi cuerpo se estremece, tirita, se siente convulso,
excitado. Cierro mis angustiados ojos unos segundos, necesito descansar,
parpadear, permanecer activo para evitar esas abrumadoras alucinaciones, esos irreales
espejismos; esos extraños seres que engañan mi mente, que me atormentan, que
amenazan con penetrar en mi boca, en mi estómago, en mis vísceras, en mi… ¡Oh,
mi mano!
Con Benjamín Prado
Ayer estuve en un encuentro de clubes de lectores,
con un invitado muy especial: Benjamín Prados, quien fue entrevistado por Juan José
Tellez, a su vez director del “Centro Andaluz de las Letras”, organizador del
evento, del cual soy asociado. Conocía su faceta poética como letrista de
Joaquín Sabina, sus ideas políticas a través de las tertulias de la Sexta o que
tenía en su haber varias novelas, ensayos y ediciones poéticas escritas, pero nunca
había leído nada de él. Es decir, tan solo un par o tres capítulos del libro
del último disco del cantante andaluz “Lo niego todo”. Durante la charla nos descubrió
a los presentes la intensidad de su vida, su relación con otros artistas y algunas
curiosidades suyas bastantes interesantes. Entre las cuales destaca, la sorprendente
revelación de haber sido amigo íntimo de Rafael Alberti.
El acto se celebró en la cuarta planta del Museo
de la antigua Aduana de Málaga, fue muy ameno y grato, y desde aquí prometo que
en cuanto acabe con la novela “Patria” de Fernando Aramburu, que he comenzado a
leer hace muy poco, compraré algunas novelas suyas para leerlas.
domingo, 17 de diciembre de 2017
La extraña partida-relato corto por Francisco Campos Rojo
Capítulo
1
¡Pese
a todo, no pararé hasta vencerlos! ¿Lo lograré? ¿Lograré acabar esta
endemoniada partida? Ufff… La cabeza me da vueltas, me siento mareado, algo
confuso… agotado. La vista se me nubla, desdobla imágenes, sombras, figuras. La
elasticidad de los tendones de mis manos y mis dedos comienza a ser inoperante.
Los reflejos musculares, apenas ya intuitivos, fallan, duelen, hormiguean... El
reloj digital de mi ordenador marca las 3,17h AM. Es la tercera noche en vela.
Con tal de derrotarme, con tal de someterme, hasta serían capaces de invadir el
sistema, mi brazo, mi cuerpo, mi mente, el dormitorio, la casa... ¡Toma! ¡Toma!
¡Revienta! Las naves alienígenas tratan de escapar a mis disparos, a mis
descargas, y oscilan, huyen o zigzaguean tratando de escapar de mí metralla. Como
rayos cruzan la pantalla de lado a lado, arriba o abajo, o de forma diagonal
pretendiendo invadirme, pero como un valiente guerrero consigo cazarlas todavía
con cierta destreza... ¡Explota maldita bestia! ¡Toma, muere, cae! (continuará próximamente)
Capítulo 2
Ja,
ja, ja… Tras un intercambio de disparos, logro eliminar a otra de sus aeronaves
nodrizas, después he aniquilado a otro de sus más insignes dirigentes intergalácticos
y, con cada muerte, con cada extinción una leve sonrisa de pequeño placer surge
de mis labios bruñidos por mi lengua. Son peligrosos, muy peligrosos, pero
gracias a que lucho contra ellos con los diez dedos de mis manos que, como metralletas,
disparan municiones explosivas, logro retenerlos. Del teclado salto al joystick,
de éste al ratón… son mis poderosas armas. ¿Qué sucede? ¿Qué error he cometido?
Las fuerzas me flaquean, lo sé, pero si cliqueo con mi dedo índice sobre el
ratón y los cinco de mi mano izquierda sobre los pulsadores, logro anularlos,
matarlos… ¿O no? Este, ese canalla casi se me escapa. No, no solo debo estar
pendiente de esos repugnantes seres que aparecen de repente, sino de destruir
también sus pequeñas naves invasoras, que como hormigas amenazadas aparecen por
miles ante mis ojos lacrimosos. (Continuará
próximamente)
Capítulo 3
Mi
corazón palpita acelerado, sudo sangre, noto su sabor. Miro el reloj, marca las
5,00h AM. No hace frío, pero afuera llueve. Mis números suman y suman… son doce
millones quinientos tres mil. ¡Pero aún no he superado el record! ¿Qué me sucede?
¡No! El dedo índice de mi mano, el que pulsa el ratón, no me obedece. Parece
salirle un extraño vello. ¿Serán mis ojos que comienzan a ven alucinaciones o
es mi sangre que me ha envenenado? La pantalla se ha tornado blanca y negra,
las imágenes saltan a trompicones, y el teclado se aleja y aleja como si lo
viese a través de unos prismáticos del revés… ¡No! Las uñas se alargan… los
dedos de mi mano derecha se contraen. ¡Santo cielo! ¿Qué es esto? ¿Me abordan? ¿Penetran
en mi cuerpo? ¿Se ha escapado alguno quizás? ¡Dispara! ¡Dispara! ¡Ta, ta, ta,
ta…! Mi sillón, gira, traquetea, se estremece, como si estuviese bajo el
influjo de un terremoto… (Continuará
próximamente)
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