El cadáver misterioso
Sorteando chatarra, carcasas
metálicas, hierros retorcidos, coches y maquinaría abandonada, escombros,
bidones de plástico y matojos, Cipriano, el pastor, guiaba al cabo de policía
por un paisaje apocalíptico, cubriéndolo de la lluvia con su paraguas, al
interior de la nave abandonada. Mientras, un tercer policía aguardaba a corta
distancia vigilante con un arma en sus manos.
— Sí, jefe por aquella tronera se metió la
dichosa cabra. Entré por ella, me lo encontré de frente, y me propinó un susto
de muerte… nunca mejor dicho… Menos mal que era de día, que si llega a ser de
noche… la palmo.
El policía se sacudió
briznas de hierba seca, luego se arrodilló y penetró por aquel hueco guiándose
con el haz de su linterna. Cipriano lo siguió detrás. Por último, un segundo uniformado,
quien miró antes al cielo plomizo y encapotado temiendo tormenta, exclamó antes
de inclinarse para acompañarlos: «Es que éste oficio…»
Una vez dentro,
Cipriano se adelantó. El cabo alumbró su cara. Éste señaló al fondo, y el
colega, orientó la luz de su linterna hacia donde Cipriano dirigía el dedo
índice de su mano izquierda.
— ¡Santo Dios! —exclamó el cabo al ver aquello.
Y se le aceleró el corazón. No, no lo podía creer, lo que estaba viendo era
horroroso.
— Ufff… ¡Qué pestazo! —profirió el policía.
De una viga de hierro,
pendía, colgado de la pierna izquierda, el cadáver de una persona desnuda en
estado de descomposición. Las cuencas de los ojos aparecían vacías, los labios
y la nariz tal vez roídas por las ratas habían desaparecido dejando las muelas
al descubierto.
El cabo sacó un pañuelo
y se lo colocó para evitar el mal olor. El uniformado lo imitó, pero Cipriano,
tal vez acostumbrado a otras fragancias más fuertes, aguantó.
— ¡Qué horror! Comisario… miré esto… —le indicó
a su jefe, guiando el haz de su linterna hacia la entrepierna.
El comisario se acercó
advirtiendo aterrado que aquel hombre aparecía con los testículos rebanados a
cuchillo, el pene casi carcomido por los gusanos o las ratas, y en la pierna
derecha, visiblemente fracturada, tenía grapado un cartel con el siguiente
mensaje: ¡Ya no tienes huevos, chivato!
¿Continuas la historia? ¿Te ves capaz?
Dudas:
¿Qué ha sucedido antes? ¿Qué
pasa con posterioridad?
¿Existen huellas dactilares en
el cartel? ¿Y de zapatos, ruedas o manchas de sangre en el suelo?
¿Quién tiene las llaves del
portón, quién es el dueño de la nave?